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sábado, agosto 31, 2013

Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas


En mi encierro monacal para escribir la Tesis (Física Experimental) he terminado el libro “Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas” del periodista Leontxo García (editorial Crítica, colección Drakontos, 2013). Se trata de un conocido periodista de ajedrez que trabaja desde hace años en El País y RNE. Os animo a coger sus a veces minúsculas intervenciones en el periódico (ya sabéis, en las últimas páginas, al lado de los crucigramas) donde aparece una partida de ajedrez famosa, la montáis en el tablero y le dais un rato al coco.

El libro se trata de una mezcla de divulgación y anécdotas del ajedrez al margen de unas pinceladas históricas y un repaso a los grandes jugadores y jugadoras, con especial énfasis en las ventajas de este deporte.

Por un lado trata con un lector inteligente que no necesita que le expliquen las reglas del ajedrez ni siquiera cómo interpretar las tablillas de una partida. El primer enfoque sobre las mujeres en el ajedrez me parece acertadísimo y un comienzo excepcional, continúa sobre las posibles ventajas y casos de mejora del ajedrez en niños o personas con problemas de diversa índole. Su amplia experiencia y su trato personal con los Grandes Maestros del ajedrez hacen de la lectura un placer cuando nos describe a Bobby Fischer, Susan Polgar o Gari Kaspárov entre otros y añade citas textuales de sus conversaciones dando al relato una dimensión de cercanía y complicidad. No hay muchas personas que puedan decir eso. El tercio final del libro trata sobre la emocionante batalla entre jugadores humanos y ordenadores y el relato recuerda a un libro de historia.

Mi ejemplar del libro y mi tablerito de ajedrez de viaje.

Sin embargo he de mencionar dos aspectos que me han dejado un sabor de boca amargo en lo que podría ser un libro excelente y muy original.

El primero y más importante es sobre las virtudes y beneficios del ajedrez. La subjetividad del autor le impide hacer un juicio neutral, pero para eso hemos comprado el libro. El autor muestra un decálogo con las razones para ejercitar el ajedrez, decálogo que casi comparto pero que a veces es exagerado (aprender historia con el ajedrez o la intrahistoria de personalidades excéntricas no me parecen un fuerte argumento). Leontxo García insiste en que el ajedrez no es la panacea pero en que tiene beneficios. Cualquiera de nosotros que jugamos de vez en cuando al ajedrez y disfrutamos del desafío, la concentración, el ambiente intelectual y el placer de un buen final le damos la razón… Hasta que llegamos a una entrevista (que tortuosamente el autor nos copia entera, sin duda el peor momento del libro: ¡veinte páginas!) con el llamado “supercrítico” Fernand Gobet, maestro internacional de ajedrez y psicólogo. La entrevista versa sobre las mejoras y beneficios del ajedrez en el aprendizaje cognitivo de una persona y la influencia positiva en sus relaciones sociales. Y aquí me derrumbé: los argumentos que el autor esgrime en la entrevista con este psicólogo son los mismos expuestos en las páginas anteriores del libro, ¡nada más! Yo esperaba una entrevista más profunda, con más tecnicismos. Parece que uno lee las 150 páginas del libro y ya puede discutir con Gobet. Me explico: los argumentos sobre los beneficios del ajedrez se basan en experimentos puntuales realizados en diferentes escuelas, centros sociales y centros de cuidados especiales (personas con Alzheimer y centro de mayores) y aunque Leontxo García los esgrime todos (se los sabe bien, como buen periodista) el psicólogo F. Gobet los rechaza uno a uno indicando que no son científicos, que no se han realizado correctamente (experimentos doble o triple ciego) y no hay estadística suficiente para darles validez. Esto es demoledor. Lo siento pero así es la ciencia (y lleva el título del libro, algo pretencioso). Digamos que todos nos sentimos inclinados a pensar que el ajedrez es bueno para todas estas cosas, pero demostrarlo lleva años de cuidados estudios (nada fácil con niños en un colegio, más cuando se trata de cambiar una hora de matemáticas a la semana por una de ajedrez). La diferencia es que el psicólogo F. Gobet se trata la ciencia muy en serio, por eso Leontxo García le llama “supercrítico” y al acabar la entrevista y el autor dice esta frase que a mí, como científico, me destroza:


“Discrepo con Gobet porque su visión es demasiado aséptica, de laboratorio: lo que no está demostrado con absoluto rigor científico, no existe.”


Me temo que así es la ciencia. Con todo Leontxo García hace una exposición ilusionante de los experimentos de ajedrez con niños, personas sin hogar, enfermos de Alzheimer, etc. ¿Y si funcionase? ¿Y si pudiésemos mejorar la calidad de vida gracias al emocionante, sano y baratísimo ajedrez? Ojalá. Lo deseo con toda mi alma. Pero la naturaleza no sabe de almas, ni de deseos.

El segundo aspecto que no me ha convencido del libro, esto es algo más personal, es lo relacionado con los ordenadores ajedrecistas. En primer lugar creo que haciendo honor a la colección seria que publica el libro, colección Drakontos, merecería la pena detenerse más en el funcionamiento de decisión de un programa que juega al ajedrez: algunos diagramas, algo más de tecnicismo –para los lectores que quieren más nivel- habría estado bien. Se menciona aquí y allá el árbol de decisiones, la fuerza bruta, la complejidad de la estrategia, etc. Creo que algunas páginas dedicadas a esto habría sido un punto acertado. Pero lo que menos me gusta de esta sección es su aspecto Frankenstein: se nota que son los recortes de los diferentes torneos pegados en el libro: en algunos casos los tiempos verbales no coinciden con los de la narración y en varias ocasiones se aclaran términos una y otra vez (de manera independiente hay que aclararlos en cada artículo, pero aquí con una vez vale). Un detalle incómodo: el abuso del lenguaje de llamar “idiota” al ordenador (que lo haga Kaspárov porque es un chulo, vale) e insistir en “que sólo entiende el lenguaje binario (ceros y unos)” cansa. En primer lugar porque el lector que compra un libro de Drakontos sabe algo más que “ceros y unos” y en segundo lugar porque en otra parte del capítulo el autor especifica que un software que juegue al ajedrez tiene mucho trabajo humano detrás y unos algoritmos complicados más allá del lenguaje binario. Me parece lógico que en un resumen de un torneo se hable así para enfatizar el resultado pero en un libro de 350 páginas creo que merece la pena dar más detalles, por eso digo que este capítulo está poco hilado a pesar de ser emocionante.

Lo he disfrutado mucho y he lamentado estos errores así que dentro del mundo de la divulgación puedo decir que:

En resumen consigue su objetivo: reflexionas sobre las posibles ventajas del ajedrez, aprendes a apreciar el enorme esfuerzo (preparatorio, mental, físico, psicológico) que supone jugar a alto nivel y por encima de todo te anima a sacar las piezas y el tablero y disfrutar de una partida. Recomendable

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