En mi encierro monacal para
escribir la Tesis (Física Experimental) he terminado el libro “Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas” del periodista Leontxo García (editorial Crítica,
colección Drakontos, 2013). Se trata de un conocido periodista de ajedrez que
trabaja desde hace años en El País y RNE. Os animo a coger sus a veces
minúsculas intervenciones en el periódico (ya sabéis, en las últimas páginas,
al lado de los crucigramas) donde aparece una partida de ajedrez famosa, la
montáis en el tablero y le dais un rato al coco.
El libro se trata de una mezcla
de divulgación y anécdotas del ajedrez al margen de unas pinceladas históricas
y un repaso a los grandes jugadores y jugadoras, con especial énfasis en las
ventajas de este deporte.
Por un lado trata con un lector
inteligente que no necesita que le expliquen las reglas del ajedrez ni siquiera
cómo interpretar las tablillas de una partida. El primer enfoque sobre las
mujeres en el ajedrez me parece acertadísimo y un comienzo excepcional,
continúa sobre las posibles ventajas y casos de mejora del ajedrez en niños o
personas con problemas de diversa índole. Su amplia experiencia y su trato personal
con los Grandes Maestros del ajedrez hacen de la lectura un placer cuando nos
describe a Bobby Fischer, Susan Polgar o Gari Kaspárov entre otros y añade
citas textuales de sus conversaciones dando al relato una dimensión de cercanía
y complicidad. No hay muchas personas que puedan decir eso. El tercio final del
libro trata sobre la emocionante batalla entre jugadores humanos y ordenadores
y el relato recuerda a un libro de historia.
Mi ejemplar del libro y mi tablerito de ajedrez de viaje. |
Sin embargo he de mencionar dos aspectos que me han dejado un sabor de boca amargo en lo que podría ser un libro excelente y muy original.
El primero y más importante es
sobre las virtudes y beneficios del ajedrez. La subjetividad del autor le impide
hacer un juicio neutral, pero para eso hemos comprado el libro. El autor
muestra un decálogo con las razones para ejercitar el ajedrez, decálogo que casi
comparto pero que a veces es exagerado (aprender historia con el ajedrez o la
intrahistoria de personalidades excéntricas no me parecen un fuerte argumento).
Leontxo García insiste en que el ajedrez no es la panacea pero en que tiene
beneficios. Cualquiera de nosotros que jugamos de vez en cuando al ajedrez y
disfrutamos del desafío, la concentración, el ambiente intelectual y el placer
de un buen final le damos la razón… Hasta que llegamos a una entrevista (que
tortuosamente el autor nos copia entera, sin duda el peor momento del libro: ¡veinte
páginas!) con el llamado “supercrítico” Fernand Gobet, maestro internacional de
ajedrez y psicólogo. La entrevista versa sobre las mejoras y beneficios del
ajedrez en el aprendizaje cognitivo de una persona y la influencia positiva en
sus relaciones sociales. Y aquí me derrumbé: los argumentos que el autor esgrime
en la entrevista con este psicólogo son los mismos expuestos en las páginas anteriores
del libro, ¡nada más! Yo esperaba una entrevista más profunda, con más
tecnicismos. Parece que uno lee las 150 páginas del libro y ya puede discutir
con Gobet. Me explico: los argumentos sobre los beneficios del ajedrez se basan
en experimentos puntuales realizados en diferentes escuelas, centros sociales y
centros de cuidados especiales (personas con Alzheimer y centro de mayores) y aunque
Leontxo García los esgrime todos (se los sabe bien, como buen periodista) el
psicólogo F. Gobet los rechaza uno a uno indicando que no son científicos, que no
se han realizado correctamente (experimentos doble o triple ciego) y no hay
estadística suficiente para darles validez. Esto es demoledor. Lo siento pero
así es la ciencia (y lleva el título del libro, algo pretencioso). Digamos que
todos nos sentimos inclinados a pensar que el ajedrez es bueno para todas estas
cosas, pero demostrarlo lleva años de cuidados estudios (nada fácil con niños
en un colegio, más cuando se trata de cambiar una hora de matemáticas a la
semana por una de ajedrez). La diferencia es que el psicólogo F. Gobet se trata
la ciencia muy en serio, por eso Leontxo García le llama “supercrítico” y al
acabar la entrevista y el autor dice esta frase que a mí, como científico, me
destroza:
“Discrepo con Gobet porque su visión es demasiado aséptica, de laboratorio: lo que no está demostrado con absoluto rigor científico, no existe.”
Me temo que así es la ciencia. Con
todo Leontxo García hace una exposición ilusionante de los experimentos de
ajedrez con niños, personas sin hogar, enfermos de Alzheimer, etc. ¿Y si
funcionase? ¿Y si pudiésemos mejorar la calidad de vida gracias al
emocionante, sano y baratísimo ajedrez? Ojalá. Lo deseo con toda mi alma. Pero la naturaleza no sabe de almas, ni de
deseos.
El segundo aspecto que no me ha
convencido del libro, esto es algo más personal, es lo relacionado con los
ordenadores ajedrecistas. En primer lugar creo que haciendo honor a la colección seria
que publica el libro, colección Drakontos, merecería la pena detenerse más en
el funcionamiento de decisión de un programa que juega al ajedrez: algunos
diagramas, algo más de tecnicismo –para los lectores que quieren más nivel-
habría estado bien. Se menciona aquí y allá el árbol de decisiones, la fuerza
bruta, la complejidad de la estrategia, etc. Creo que algunas páginas dedicadas
a esto habría sido un punto acertado. Pero lo que menos me gusta de esta
sección es su aspecto Frankenstein: se nota que son los recortes de los
diferentes torneos pegados en el libro: en algunos casos los tiempos verbales
no coinciden con los de la narración y en varias ocasiones se aclaran términos
una y otra vez (de manera independiente hay que aclararlos en cada artículo,
pero aquí con una vez vale). Un detalle incómodo: el abuso del lenguaje de
llamar “idiota” al ordenador (que lo haga Kaspárov porque es un chulo, vale) e
insistir en “que sólo entiende el lenguaje binario (ceros y unos)” cansa. En
primer lugar porque el lector que compra un libro de Drakontos sabe algo más
que “ceros y unos” y en segundo lugar porque en otra parte del capítulo el
autor especifica que un software que juegue al ajedrez tiene mucho trabajo
humano detrás y unos algoritmos complicados más allá del lenguaje binario. Me parece
lógico que en un resumen de un torneo se hable así para enfatizar el resultado
pero en un libro de 350 páginas creo que merece la pena dar más detalles, por
eso digo que este capítulo está poco hilado a pesar de ser emocionante.
Lo he disfrutado mucho y he
lamentado estos errores así que dentro del mundo de la divulgación puedo decir que:
En resumen consigue su objetivo: reflexionas sobre las posibles ventajas
del ajedrez, aprendes a apreciar el enorme esfuerzo (preparatorio, mental,
físico, psicológico) que supone jugar a alto nivel y por encima de todo te
anima a sacar las piezas y el tablero y disfrutar de una partida. Recomendable.